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Evolución y transformación del PCE

  El Partido Comunista Español fue uno de los grandes referentes de la política española del siglo XX: su papel durante la II República y la Guerra Civil fue primordial, así como durante los años pasados en la clandestinidad bajo el régimen de Franco. En este artículo nos centraremos en evaluar la evolución y transformación del PCE durante el periodo de transición a la democracia, que marcaría su desaparición del mapa político español.

Desde la oposición clandestina hasta la política entrista de los sesenta

  El PCE había sido el partido más potente de la oposición antifranquista, con una militancia numerosa, una serie de cuadros experimentados y una dirección cohesionada. Durante los primeros años del franquismo, y al menos hasta finales de los cincuenta, su papel se vio caracterizado por la resistencia clandestina y las convocatorias huelguísticas esporádicas. Su política de actuación había estado muy lejos de amenazar la estabilidad del régimen, pero mantuvo en tensión a la militancia y sirvió para conseguir más adeptos, incrementando asimismo su propaganda y mostrando el carácter represivo de la dictadura.

  En vísperas de la muerte de Franco seguía poseyendo ese estatus, fruto de una adecuada estrategia de adaptación a las transformaciones emanadas durante los años del desarrollismo. El PCE tuvo que adaptarse a la nueva realidad internacional y la necesidad de contactar con la mayoría de la masa obrera, integrada en las estructuras del Sindicato Vertical. Las huelgas obreras de la segunda mitad de la década de los 50 se sumaron al comienzo del movimiento estudiantil antifranquista, y fue entonces cuando el comunismo desarrolló una política de reconciliación nacional y trató de articular un movimiento de masas político. Se produjo la formación de un equipo dirigente con la presencia de Santiago Carrillo y Fernando Claudín, y se adoptaron una serie de objetivos generales que permitiesen concretar y unificar un nuevo movimiento antifranquista. El surgimiento de esta nueva vanguardia obrera contó con el protagonismo claro de Comisiones Obreras, que permitió la organización proletaria en torno a una serie de premisas políticas y sindicales.

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Publicación de Mundo Obrero, 1 de mayo de 1962, en apoyo a la huelga de los mineros. Incluye un comunicado del Comité Ejecutivo del PCE. Fotografía en http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=1769

El Sindicato Democrático de Estudiantes, claramente influenciado por las doctrinas del PCE-PSUC, constituyó una baza importante para la consolidación de la oposición comunista al franquismo. El proyecto estratégico del PCE pasaba por acceder al socialismo a través de una fase intermedia, la democracia político-social, que involucrara a la mayoría de la población a través de una política de alianzas. El objetivo era utilizar la huelga nacional a la muerte del caudillo como instrumento para generar un gobierno provisional marcado por el pluralismo.

La Platajunta, los Pactos de la Moncloa y la reformulación doctrinal del PCE

  Los hechos exigieron modificaciones, y hubo de pasarse de la ruptura democrática a la reforma pactada. La fortaleza del PCE generaba temores en el resto de la izquierda, y es por ello que se crea la Platajunta (Coordinación Democrática) en 1974, que aúna a la izquierda y obliga a la desaparición de ciertos elementos claves en el programa del PCE; se crea, en definitiva, un organismo de negociación conjunta en lugar de un organismo unitario de confrontación con el régimen. La caída de Arias Navarro y la llegada de Suárez, que consigue fortalecerse al obtener la aprobación de la Ley para la Reforma Política, obliga al PCE a cambiar de discurso, renunciando a la ruptura democrática y enfocándose doctrinalmente hacia el eurocomunismo. Este cambio de discurso se realiza para evitar la marginación política, teniendo en cuenta que el PSOE podía ocupar su lugar en el proceso de cambio.

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Fotografía de los Pactos de la Moncloa. Junto a Adolfo Suárez encontramos a Felipe González y Manuel Fraga. Carrillo, a la izquierda de la fotografía y sujetando un maletín, aparece algo más desplazado. Fotografía publicada por ABC (2011/02/06)

  Así pues acaban aceptando la unidad de España, la monarquía y la bandera bicolor, siendo una contrapartida por su legalización como partido político. Los discretos resultados obtenidos en las primeras legislativas (9,4% de los sufragios) redujeron sus expectativas de participar en la génesis del texto constitucional, y su apuesta por los Pactos de la Moncloa resultó perjudicial para el partido: si bien se mostraban como un partido de Estado responsable, y defendieron su actuación en el marco de pugnar entre UCD y PSOE, se les acusó de firmar unos acuerdos que beneficiaban a la burguesía.

  El tardofranquismo y la primera transición marcaron el auge del compromiso intelectual, relanzándose la reflexión teórica y produciéndose la incorporación masiva de intelectuales provenientes del antifranquismo. La presencia de la dictadura empujó a muchos a comprometerse con la democracia; el auge de la lucha universitaria constituyó formas de convivencia democrática y generó una experimentación cultural crítica; asimismo, los colegios profesionales se convirtieron en una plataforma de oposición, al encontrar copadas sus salidas laborales por una serie de individuos puestos a dedo por el régimen. No podemos obviar el propio ambiente que empieza a desarrollarse en los entornos culturales, con las convulsiones generadas tras el Contubernio de Munich en 1968.

  Avanzada la transición, y en los primeros años de la consolidación democrática, se produjo una crisis de la militancia intelectual en el PCE, siendo un proceso paralelo a la atracción que empezó a generar el PSOE. Una primera causa fue la aparición de la posmodernidad, que generó una pérdida de fe en la razón, una desafección con los grandes metaproyectos de cambio y la aparición de un esteticismo hostil al compromiso militante. Por otro lado, la democracia se había obtenido – siendo éste su anhelo principal –, pero no se cumplieron sus objetivos íntegramente ni de la forma que hubieran deseado, motivando el conocido desencanto o escepticismo con el proceso de transición. Sería en los años de la consolidación democrática, con los gobiernos del PSOE, cuando se consolidó el distanciamiento político y se produjo la crisis de la implicación militante en los partidos, lo que repercutió en la marginación progresiva del PCE. El desmantelamiento de la organización sectorial del PCE supuso la caída de su influencia en entornos profesionales, intelectuales y artísticos, viéndose separado el militante profesional de su ámbito de trabajo, que otrora fuera el foco fundamental por el que habían obtenido réditos políticos.

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Santiago Carrillo, debatiendo en un pleno del Congreso de los Diputados (1977). A su izquierda Dolores Ibárruri. Fotografía: Agencia Efe.

Crisis y caída del PCE

  El PCE sufrirá una crisis orgánica, debido en primera instancia a sus nefastos resultados electorales, que truncaron sus esperanzas de participar en la consolidación democrática y la reestructuración del modelo político; su papel, marginal a partir de entonces, impedirá al partido tener la fuerza necesaria para implantar sus ideas. Tras el fin de las elecciones de 1979 se produce la quiebra del consenso, con una Constitución ya elaborada y aprobada, y una crisis económica que se había encauzado siguiendo las pautas acordadas en los Pactos de la Moncloa. El problema autonómico, aún sin resolver, tampoco requería la concurrencia de los comunistas.

  La historia del declive del PCE también puede entenderse atendiendo a su falta de referentes mediáticos de masas. La redefinición ideológica impulsada por la dirección con su propuesta de abandonar el leninismo mereció un gran número de editoriales, columnas de opinión y páginas en la prensa. Carrillo aspiraba a mostrar una imagen renovada del partido, lo que no evitó el anticomunismo exacerbado de la prensa conservadora, las denuncias ante el excesivo poder acumulado por Santiago Carrillo y las críticas por las incongruencias del eurocomunismo.

  La crisis del PSUC resultó ser un duro golpe para el PCE, al perder a su referente territorial más importante. El abandono del eurocomunismo fue el siguiente paso del PSUC, que se escindió en tres corrientes heterogéneas en su V Congreso del año 1981: la tendencia eurocomunista, la prosoviética y la leninista. El surgimiento de los eurorrenovadores fue el detonante definitivo, al solicitar la renovación del equipo dirigente y mostrar su rechazo al aparato burocrático del partido. Todo ello generó una dinámica interna de conflictos no regulados que llevó a expulsiones, dimisiones y bajas, que fueron particularmente dañosos para la imagen del partido al ser reproducidos morbosamente por la prensa. La catástrofe electoral de 1982, con solo un 4% de los sufragios, produjo la dimisión de Carrillo y el inicio de la desintegración del partido.

-Mario Marrero Hernández

REFERENCIAS:

ANDRADE BLANCO, J.A. (2012): El PCE y el PSOE en (la) transición. Ed: siglo XXI. Madrid.
FONTANA, J. (1986): España bajo el franquismo. Ed: Crítica. Barcelona
FUSI, J.P; SANTOS, J; JIMÉNEZ, J.C; GARCÍA DELGADO, J.L. (2007): La España del siglo XX.
Ed: Marcial Pons, Ediciones de Historia. Madrid.
POWELL, C. (2001): España en democracia. Ed: Plaza&Janes.

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