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Si tuviera que destacar una obra por la forma en la que ésta ha sido capaz de marcarme, sin duda alguna, me vendría a la mente Neon Genesis Evangelion. No es el anime que más he disfrutado, puesto que ahí figura Haikyuu. No es el que más me ha emocionado, ese lugar le corresponde a, permitidme la abreviación, Anohana. Pero sin lugar a dudas, es la única obra, ya no sólo del mundillo de la animación japonesa sino en general, que ha sido capaz de hacerme reflexionar sobre mí mismo y realmente hacerme deconstruirme a tal punto de cambiar mi propia forma de ser. Me ha cambiado, no era el mismo antes de verla que después. Desde mi humilde opinión, os recomiendo encarecidamente que la disfrutéis, pues es de esas obras de culto que hay que ver alguna vez en la vida, aun si no sois simpatizantes del género.

Es muy difícil abordar esta obra. Es más que probable que sea la más analizada de la historia del manga, pues su simbología es abundante, su mensaje no se deja ver como en otras obras, e incluso el orden en el que salen los episodios no es el correcto para visualizarla (en teoría, antes de ver los dos últimos episodios, se debe ver la película The End of Evangelion). Pero para mí todo esto es secundario: lo que hace grande a Evangelion son sus personajes, no su historia. Y no hablo de su epicidad o su poder, no, hablo de lo humanos que son. De cómo se deconstruyen capítulo a capítulo e indagas poco a poco en cómo son realmente, llegando a conectar con ellos como si fueran personas reales. Sintiendo su dolor.

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Citando al periodista José Altozano, más conocido por todos como Dayo, Neon Genesis Evangelion pertenece al género del realismo épico, es decir, se dan de hostias con robots gigantes, sí, pero después se explora a los personajes en su entorno cotidiano, fuera de una situación límite, en la cual simplemente conviven. Aquí es donde está la magia del asunto. Los personajes tienen todos un trasfondo profundísimo, se les presenta inicialmente de una forma pero a medida que avanza la trama y se va profundizando en ello se descubre que son personas humanas, con sus traumas, sus inquietudes y sus defectos. Y aquí es donde entra el porqué de este análisis y el personaje principal de esta historia: Shinji Ikari.

Estamos acostumbrados a Superman, Dragon Ball, Naruto. Historias donde el protagonista es el héroe que va a cambiar el mundo, y contra todas las adversidades, logra ponerse por encima en una situación en la que se les glorifica y te hacen creer que, con esfuerzo y pasión, todo se consigue. Todos hemos visto a Son Goku recibir golpes de todos los colores en una situación totalmente adversa que tiene prácticamente perdida, pero es capaz de levantarse y al final llevarse la victoria. Son obras que intentan sacar el máximo de todos nosotros, para que creamos que somos únicos y especiales, capaces de todo en este mundo. Pero entonces, llega Hideaki Ano y crea a Shinji Ikari, y todos esos estándares sobre el protagonista se van a pique.

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Evangelion fue creada por Hideaki Ano como catalizador de una profunda depresión que estaba pasando. Los personajes y situaciones son distintas partes de lo que siente el artista, y en mayor medida, encontramos a Shinji. Si bien antes hemos mencionado que Luffy, Goku, Naruto, destacan por ser grandes héroes capaces de todo y de echarse a todos en la espalda, Shinji es todo lo contrario. Se nos presenta en primer lugar a un joven que llega a Tokyo-3 para conocer a su padre, pero este realmente lo que quiere es utilizarlo para pilotar el Eva-01, un robot de combate que necesita de piloto a un muchacho como él. Shinji es un personaje oscuro, depresivo, acomplejado y, en definitiva, humano. Es un joven que se siente tremendamente solo, que se siente minúsculo como individuo, lleno de dudas, defectos y sin ninguna motivación en la vida. No sabe quién es realmente, ni qué es lo que quiere ser, se limita a hacer lo que los demás dicen que debe hacer. Tiene una mala relación con las mujeres, no sabe cómo relacionarse con ellas de forma correcta. Hay una escena muy famosa de la película, en la cual Shinji se masturba viendo a otra piloto, Asuka Langley, en el hospital, inconsciente. Esto, a pesar de lo fuerte que pueda parecer, es un recurso utilizado por Ano para mostrarnos qué tan miserable y deplorable se siente el protagonista. Es el héroe de esta aventura, un joven capaz de luchar para salvar a toda la humanidad. Pero se siente vacío, que no está a la altura de las expectativas. Siempre que sale a luchar y sale victorioso, no se muestra como una escena de alegría y celebración, sino como una derrota. Porque Shinji siente que, cada vez que sube al mecha, pierde valor como ser humano y lo gana como arma para defender a la humanidad.

Es un personaje que, en múltiples ocasiones, es manipulado por los demás para obligarle a subirse al robot. Y cuando pilota y lucha, sabe que no es más que una mera herramienta, que realmente Shinji no importa. Lo importante es que puede pilotar, si ese no fuera el caso, nadie se acordaría de él y ni le necesitaría. Y eso le mata. Saber que es sólo una herramienta, y que, por mucho que gane y luche, se siente que jamás estará a la altura. Hay una escena en la cual, tras una batalla que gana, descubre que a causa de esa batalla resultó herida la hermana pequeña de un compañero suyo de clase. Shinji, en ese momento, se siente devastado por las consecuencias de sus actos. Aún haciendo lo que todos esperan de él, es capaz de hacer sufrir a la gente de su entorno. Está, durante toda la serie, realizando una deconstrucción de sí mismo para intentar encontrarse, e intentar avanzar de una vez por todas.

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Shinji Ikari es el héroe. Realiza las gestas épicas capaces de salvar a la humanidad. Pero no se quiere a sí mismo. Y si no te quieres a ti mismo, de nada sirve todo lo que consigas. No todos somos héroes capaces de todo. No somos un bonito y brillante copo de nieve, somos la misma materia orgánica en descomposición que todo lo demás, todos somos parte del mismo montón de estiércol. Todos somos, en parte, Shinji Ikari.

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