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La labor apícola en Canarias es importante para la conservación de los productos autóctonos del archipiélago. Foto: Nuria Suárez

Roberto Méndez Siverio lleva desde el año 2005 dedicándose a la apicultura artesanal en Tenerife, actividad que le fue transmitida en herencia por su padre. Zum Zum Miel es su empresa y cuenta con 350 colmenas repartidas a lo largo de la Isla, en sitios como Adeje, Vilaflor, La Laguna o Santiago del Teide. Su labor es importante para la conservación no solo de los productos autóctonos, sino también para su calidad y perduración.

Tenerife se caracteriza por la singularidad de su flora, lo que asegura la elaboración de mieles tan peculiares y únicas como las que realiza Roberto Méndez, entre las que destacan la de Tajinaste Rojo, Violeta del Teide, Retama o Malpica. Sin embargo, la alta edificación actual hace que encontrar terrenos naturales donde asentar las colmenas sea una tarea complicada, dificultando así las posibilidades de competición y posicionamiento frente a las grandes marcas.

¿Qué diferencia encuentra entre la miel artesanal y la que encontramos en supermercados?

El recorrido que hace el producto local desde que se extrae de la colmena, se filtra y se envasa, dura aproximadamente quince días, lo cual asegura su frescura. Las grandes marcas de miel la importan desde distintos lugares (China, Rumanía, Turquía, Alemania…) para poder suplir la enorme demanda, mezclándola con la autóctona para abaratar su precio. La gente cree que son malas porque se les añade azúcar, pero el problema real reside en la pasteurización que recibe el producto. Al calentar tanto la miel se priva al superalimento de sus propiedades más características, convirtiéndolo en un simple edulcorante natural. Además, estas mieles se microfiltran para no poder determinar su procedencia y que puedan venderse como regionales.

La miel es muy versátil. ¿Qué más productos se pueden derivar de esta?

Dentro de los mismos panales encontramos distintos alimentos no tan conocidos, pero igual de beneficiosos o más. Pueden ser el polen de la flor, que se deposita en un sitio determinado del panel; el propóleo, que se extrae raspando una determinada zona de la colmena y la jalea real, más conocida en el mercado. A partir del edulcorante natural que suponen estos extractos se puede crear cualquier tipo de sustitutivo del azúcar refinado, como chocolates, mermeladas, dulces, etcétera. Conseguimos por tanto aportar antioxidantes, vitaminas, proteínas y numerosos minerales a los postres o comidas.

¿Qué dificultades encuentra un apicultor local?

La mayoría de los problemas vienen dados por factores externos como la sobreedificación del terreno, que destruye el medio natural a base de cemento, la variación de climas o el desconocimiento de la gente ante el peligro de extinción de las abejas. La Administración está ahora más concienciada con la importancia de nuestra actividad y ofrece ayudas tanto para quienes empiezan como para quienes contribuimos a preservar la abeja negra canaria y sus productos derivados.

¿Incrementa la producción artesanal el fenómeno de declive en el número de abejas?

No es novedad que las abejas están en peligro de extinción, debido, principalmente, al abuso de pesticidas en la agricultura extensiva o al calentamiento global. La producción de miel artesanal asegura el respeto al hábitat natural de estos insectos. Además, es un producto completamente endémico y con denominación de origen. Al contar Tenerife con una amplia variedad de microclimas, la diversidad floral está asegurada, lo que se traduce en mieles muy variadas, tanto monoflorales como multiflorales. 

¿Cómo afecta el cambio climático a la apicultura?

Se hace notar en las floraciones, pues se producen en épocas distintas a las que le corresponderían. La apicultura es una actividad viva, exige que nos adaptemos a los acontecimientos cambiantes. Asimismo, no solo afecta la subida de temperaturas y la escasez de lluvias. La intromisión del hombre en los terrenos edificables desplaza a las abejas de sus entornos naturales. Cuando se compra local no solo se ayuda al productor, sino también a la conservación de especies únicas como la abeja negra canaria, así como las floraciones, tanto endémicas como de otros productos. No hay que olvidar que el gran valor y la función principal de la abeja es la polinización de las distintas plantas. Sin esto no habría alimentos que consumir.

“Es una actividad viva»

Roberto Méndez lleva catorce años dedicándose profesionalmente al mundo apícola y defiende la importancia de la elaboración artesanal tanto para la economía local como la perduración de los productos autóctonos 

¿Qué futuro le augura al sector?

Es incierto, pues la falta de relevo generacional en esta labor, al igual que en otros trabajos agrarios, es un problema frecuente. Esperemos que con las numerosas ayudas de las instituciones hacia los emprendedores y una mayor divulgación acerca del mundo apícola los jóvenes decidan formar parte de este bonito oficio. 

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