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Gabriela Díaz durante su embarazo.

Gabriela Díaz durante su embarazo. Foto: cedida

Marta Gutiérrez, Jacobo González y Gretel Morales

La OMS define la adolescencia como el período de crecimiento y desarrollo humano que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y los 19 años. Los embarazos en este intervalo de tiempo pueden truncar el proyecto de vida de las adolescentes. El Valle de Jinámar, Añaza o Arona son algunos de los puntos de Canarias en los que se concentra un mayor número de embarazos en adolescentes. De hecho, según el Instituto Canario de Juventud, el 10% de la gestación en menores de edad de toda España pertenece a las Islas. Según datos de la Consejería de Sanidad, esta cifra no ha parado de crecer en el archipiélago en los últimos años. Durante 2018 se contabilizaron 113 partos de madres de edades comprendidas entre los 15 y 19 años en Tenerife, mientras que en el conjunto de las islas esa cifra fue de 301. 

El embarazo involuntario entre menores de edad se incrementa en zonas con mayores porcentajes de pobreza. Por eso, barrios como el de Añaza, en Tenerife, o el Valle de Jinámar, en Gran Canaria, presentan un mayor número en adolescentes. Ana María Crespo, técnica de Programas del Servicio de Igualdad del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, afirma que no tienen este asunto «diagnosticado como un problema». Ni siquiera aparece en los últimos Planes de Igualdad y apunta que no tienen previsto estudiarlo, pero que sí «hay que tenerlo en cuenta de cara al siguiente Plan, siempre y cuando encontremos estadísticas que lo avalen». Sin embargo, aunque el problema ha sido señalado por numerosos expertos y expuesto por periódicos locales y nacionales, por el momento no existen datos o estudios oficiales sobre estas zonas, sino que se deducen de los municipios a los que pertenecen.

La maternidad adolescente en barrios marginales canarios

El Valle de Jinámar, ubicado en Gran Canaria, cristaliza una desigualdad única en todo el archipiélago provocada por el urbanismo. Federico González Ramírez, sociólogo y periodista, explica que se debe a la creación de «un espacio urbano sin contacto con nadie». De esta forma se produjo una segregación en el año 1981 en la que la población era de clase obrera. Además, apela al hecho de que en la zona no había instituto y existía una tasa de paro elevada, por lo que los jóvenes no veían viable continuar con su formación académica. En solo dos años, el porcentaje de aprobados pasó de un 60% a un 16%. González apunta a que se produjo un itinerario de «guetización educativa» que podría ser una explicación para la alta tasa de embarazos actual. Asimismo, el sociólogo resalta que cuando se hizo el reparto de viviendas de protección oficial, el hecho de ser familia numerosa puntuaba más dentro del baremo establecido.

Tenerife también ostenta zonas en las que este problema está normalizado. A veces, incluso, sucede de madres a hijas, durante varias generaciones. En los barrios de Añaza y Arona es donde más casos existen, aunque por razones distintas. Según Selene Falcón, coordinadora y miembro de la Junta Directiva de la Asociación Familias Monoparentales de Canarias (AFAMOCAN), «en Añaza es debido a la marginalidad de la zona y en Arona a la multiculturalidad». Añade que gracias a su proyecto han podido conocer que en el barrio sureño de la Isla hay muchas adolescentes con embarazos que sí son deseados porque ese es el proyecto de vida que desde su cultura o religión tienen planeado. Noemí Parra es socióloga y profesora en la ULPGC y aclara en un estudio que, a pesar de que la maternidad adolescente se piense como un «desajuste» en la vida de las chicas, es rápidamente normalizado porque «la maternidad se expresa como un destino para las mujeres que estaría por encima de otras expectativas educativas, profesionales o laborales». 

Noemí Negrín durante su embarazo. Foto: cedida

«Tuve un embarazo de riesgo por lo que siempre tenía que estar sentándome o estar acostada, no era algo muy cómodo para mí porque en mi instituto había muchísimas escaleras, así que lo dejé»

«Yo estudiaba bachillerato y obviamente no me sentía cómoda en el instituto. Además, tuve un embarazo de riesgo por lo que siempre tenía que estar sentándome o estar acostada, y no era algo muy cómodo para mí porque en mi instituto había muchísimas escaleras, así que lo dejé». Noemí Negrín se quedó embarazada a los diecisiete años y esas escaleras simbolizan las grandes dificultades que tienen las adolescentes para finalizar su formación. A veces es debido a la falta de conciliación, otras por miedo al qué dirán o simplemente porque los centros no están adaptados. En definitiva, la educación no está pensada para ellas, existen más dificultades que posibilidades. Sin embargo, Noemí decidió prepararse la prueba de acceso para un ciclo superior y estudiar Química Ambiental justo un mes después de dar a luz. 

Negrín solo pudo contar con su hermana para llevar el embarazo, el padre del niño no estaba de acuerdo con su decisión de tenerlo y sus padres, al ser muy religiosos, no estaban del todo conformes con la situación. «En mi caso, cuando más me afectó psicológicamente fue en el segundo trimestre porque no recibía el apoyo que esperaba, lo cual es muy negativo en ese estado. Pero cuando nació, la felicidad de tenerlo nubló por completo mis pensamientos negativos», aclara.

La experiencia de Gabriela Díaz fue muy diferente. Tuvo a su hijo con diecinueve años, pero contó con el respaldo tanto de su pareja como de toda su familia. Aunque en su caso no tuvo que acudir a los servicios que podían ofrecerle las distintas asociaciones, cree que «las chicas que son madres jóvenes muchas veces no tienen suficientes apoyos ni económicos ni psicológicos, ni de conciliación laboral, porque cuando yo fui a pedir la ayuda por ser madre me dijeron que no tenía derecho a nada porque no tenía cotización mínima». Además, la joven apunta que se debería hacer más hincapié en la ayuda psicológica para esas madres que, a diferencia de ella, se ven solas frente al embarazo. Para ella, tener un hijo «lo cambió todo drásticamente, pero a mejor». Se siente orgullosa de ser madre y no se arrepiente de ello, «antes tenía una rutina de trabajo pero ahora tengo una razón por la que hacerlo». 

Gabriela Díaz con su hijo. Foto: cedida

Gabriela manifiesta que durante su etapa en el instituto la mayoría de charlas que se impartían eran sobre violencia de género, drogas, mal uso de Internet, mientras que la única sobre orientación sexual que se trataba con profundidad fue en primero o segundo de bachillerato. En este sentido, Selene Falcón, coordinadora en AFAMOCAN, sostiene que la asociación cuenta con un plan de salud afectivo-sexual con el que se llevan a cabo charlas en los institutos de la zona, pero que muchas veces se ve truncado por la negativa de los institutos. Aunque el pasado curso transmitieron estos talleres a más de 5000 alumnos, “muchas veces nos encontramos centros con grandes reticencias a que se impartan a menores de los primeros cursos de la ESO porque ellos entienden que estas charlas se tienen que dar en bachillerato». Sin embargo, la coordinadora declara que el punto de vista de la asociación es muy distinto, pues consideran tarde comenzar con ellas en cursos tan avanzados. «Estamos hablando de que la media de edad de inicio de las relaciones sexuales es a los 14 años, así que el hándicap con el que nos encontramos es que siempre es el centro el que tiene que autorizar si se desarrollan estas charlas o no», asevera. 

«Si la dirección del centro escolar no lo presenta al Consejo, no puedes obligarles a impartir charlas educativas»

Además, Falcón sostiene que no solo es necesario impartir estos talleres a los alumnos desde los primeros cursos, sino también incluir a las familias y a los propios docentes, pues «muchas veces si esa información la reciben los menores pero la familia desconoce los diferentes servicios, recursos y medios de planificación de embarazos no deseados que existen, no estamos trabajando al cien por cien». Ana María Crespo, del área de Igualdad, asegura que desde el Ayuntamiento de Santa Cruz se buscan y contratan charlas para los centros, pero muchas veces no se llevan a cabo porque el Consejo Escolar no las aprueba. «Si la dirección del centro no lo ve ni lo presenta al Consejo, sea por las razones que sea, no puedes obligarles a impartir charlas educativas», añade.

Según un estudio de la UNESCO, la gestación prematura y no planificada puede acarrear repercusiones de salud que podrían ser perjudiciales. Infecciones de transmisión sexual, una fístula obstétrica o, incluso en ocasiones, la muerte materna. A todo esto, se le suman también posibles complicaciones en la salud del bebé. La depresión post-parto suele ser un problema común y que podría darse con más facilidad en las madres adolescentes al no sentirse acompañadas por sus familiares durante el proceso de embarazo. Sin embargo, eso no significa que todas las jóvenes con embarazos no deseados lo vean como un lastre. «No sé si la maternidad tiene una edad o una fecha de caducidad, como los yogures. Creo que a cada persona le llega su momento, lo reconoce, lo interpreta y cada una lo siente de una manera distinta», explica Gabriela, que se siente orgullosa de ser madre. De esta misma forma lo perciben muchas madres que, a pesar de la maternidad no haber estado entre sus planes, se sienten agradecidas de los aspectos positivos que les ha proporcionado. “Trae muchas responsabilidades y consecuencias, pero para mí tener un hijo es la experiencia más hermosa que he tenido nunca”, confirma Noemí. 

EL CASO DE AÑAZA

A pesar de que Añaza es uno de los lugares con mayor porcentaje de embarazos involuntarios entre adolescentes, desde AFAMOCAN afirman que actualmente en la asociación sólo hay dos. «Muchas veces nosotras no las hemos atendido en ese momento en el que son madres adolescentes, pero bastantes usuarias que tenemos sí que han sido madres adolescentes y han buscado ayuda más adelante», añaden. Dulce Barroso, coordinadora y miembro de la Junta Directiva de AFAMOCAN, apunta que en el barrio de Añaza «está muy normalizado el ser madre adolescente y ser madre joven, sobre todo porque son patrones que se repiten, es algo que ven en sus propias casas y que acaban normalizando». 

En este sentido, Selene Falcón, también coordinadora y miembro de la Junta Directiva de AFAMOCAN, manifiesta que la opción del aborto, aunque en ocasiones se contempla, no suele ser la principal vía a la que acuden, «ya sea por cuestiones familiares o creencias religiosas». Además, bajo su punto de vista no existe discriminación hacia las madres jóvenes por el hecho de serlo, sino que el estigma tiene más que ver con ser madre soltera. Aún así, muchas de estas jóvenes suelen hacer uso del servicio psicológico que ofrece la asociación. «Es un proceso complicado, de adaptación, en el que necesitan sentirse apoyadas hasta que consiguen sentirse independientes y autónomas para desarrollar su vida con normalidad», atestigua. 

Según la memoria de 2019 de AFAMOCAN, el 70% de las usuarias atendidas están en situación de desempleo. Selene Falcón afirma que la razón de esta cifra, desde su punto de vista, es que «al haber sido madres tan jóvenes se han visto solas y no han podido completar su formación, y eso, junto con los problemas para la conciliación laboral, hace que las posibilidades de inserción laboral sean muy complicadas». Así, la coordinadora apunta que en ocasiones si la mujer no tiene medios propios para sostenerse y mantener a ese hijo o hija «suele aguantar situaciones de violencia simplemente por esa circunstancia, pero eso se puede dar con una chica adolescente que tenga una situación precaria como en una mujer adulta». No obstante, Dulce Barroso añade que «por regla general parece que cuando eres madre adolescente el padre desaparece, se desentiende».

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