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Estos últimos días se ha levantado una polémica a raíz de la nominación a mejor película que ha conseguido Black Panther, una cinta de Marvel Studios que no causó mucha admiración por parte de los fans ni del público general de cine. La controversia consiguió que muchas personas se estén preguntando la seriedad que tienen estos premios. Algunos plantean que la Academia ha dejado de tener el respeto que tenía antaño, pero… ¿es algo nuevo ver este tipo de disputas en los Óscars?

Empecemos por el principio.

Los premios se crearon para valorar cuál era la mejor película realizada en ese año y para recompensar los apartados sobresalientes de las mismas, ya sea el guión, la banda sonora o, recientemente, los efectos especiales. Y ahí surge un gravísimo problema; como pasa en el resto de disciplinas artísticas, es imposible determinar de manera totalmente objetiva qué película es mejor que el resto. Cuando yo me siento a ver una película, no sólo importan el ritmo que tiene, los planos que ejecuta o la música que la acompaña. Muchas veces nos olvidamos de un factor muy importante a la hora de analizar una obra, que no es ni más ni menos que nosotros mismos. Somos una barrera impenetrable capaz de alterar el resto de factores si se nos da la situación, llegando a determinar que una película es «mala» o «buena» por el contexto en el que la vimos por primera vez.

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El Show de los Óscar (2015)

Directores como Alfred Hitchcock no ganaron una estatuilla de oro a lo largo de su vida, siendo personas que revolucionaron el cine y dejaron una gran parte de ellos en el mismo. Charlie Chaplin (pese a ganar un Óscar honorífico tras su muerte) y Stanley Kubrick sólo ganaron el premio a mejor banda sonora sonora con Candilejas (1952) y efectos especiales por 2001: Odisea del espacio (1968), respectivamente, y merecían seguramente varios Óscar a mejor director. En mil novecientos setenta y cuatro Rocky ganó el premio a mejor película estando Taxi Driver entre las nominadas; la cual, desde mi punto de vista, aportó mucho más al cine que la primera. Pero no es de extrañar: Rocky consiguió llegar a mucho más público que el film de Scorsese, ya que en su concepción era una película más digerible para a las masas, con un mensaje de superación propia con el que todo el mundo puede sentirse identificado.

La gala de premios hollywoodiense siempre ha sido un show más interesado en presentar a personajes célebres del mundo del cine paseándose por la alfombra roja que en reconocer el esfuerzo y la aportación al cine que han hecho todos y cada uno de los filmes nominados. Una gran prueba de esto es la repartición de tiempo que sufre su show, dedicándole cuatro quintas partes de la ceremonia a lucir modelitos, y la última restante a los premios que le dan nombre al evento. No debería extrañarnos, en un mundo donde ninguna plataforma se libra del amarillismo, que este tipo de prácticas sean las que determinan el reconocimiento de una obra. Las personas que estamos más metidas en el mundillo del cine sabemos que, para buscar obras que despierten nuestra sensibilidad, debemos buscar debajo de las piedras en la mayoría de las ocasiones. Es algo que, tristemente, tenemos asumido.

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La actriz Paz Vega en la alfombra roja de los Óscars de 2018.

¿Qué importacia tienen los premios Óscars? Pues en una industria capitalista como es la del cine, mucha. El reconocimiento de tu obra es publicidad para la misma y la recompensa monetaria que le acompaña es un gran aliciente para invertir en más películas. Pero, ¿es igual de importante para el espectador?

Ahí ya la cosa cambia, puesto que un Óscar no debería ser motivo para ver una película. Sabiendo que el reconocimiento de la Academia no implica que la obra sea la mejor de ese año – recordemos que es algo tan difuso y personal hacer ese juicio de valor, que nunca será al gusto de todos –, ¿por qué nos atrae más una película que haya ganado un Óscar?

 

Los premios se crearon para valorar cuál era la mejor película realizada en ese año y para recompensar los apartados sobresalientes de las mismas, ya sea el guión, la banda sonora o, recientemente, los efectos especiales. Es imposible detenerminar de manera totalmente objetiva qué película es mejor que el resto y pasa lo mismo con el resto de artes. Cuando yo me siento a ver una película, no sólo importan el ritmo que tiene, los planes que ejecuta o la música que le acompaña. Muchas veces nos olvidamos de un factor muy importante a la hora de analizar una obra, que no es ni más ni menos que nosotros mismos. Somos una barrera impenetrable capaz de alterar el resto de factores si se nos da la situación.

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