Síguenos

Manifestación negacionista en Madrid. Foto: 20minutos.es

Era un día soleado de verano en la capital de España. Un chico barbilampiño rozando la veintena se encontraba sentado sobre una roca. La había seleccionado con esmero para pasar la tarde con algunos amigos que estaban a punto de llegar tras haber estado desde el alba labrando la tierra. Al encontrarse con sus conocidos comenzaron a charlar. Estaban cansados. Su extenuación podría ser fruto del arduo trabajo físico que habían realizado, pero no era así. Se sentían oprimidos sin que nunca nadie les hubiera hablado de la opresión. Se sentían esclavos de un régimen sin que nunca nadie les hubiera hablado de la libertad. De repente, uno de ellos pronunció esa palabra. Lo que no sabían es lo que estaba ocurriendo al otro lado de las fronteras. Era 14 de julio de 1789 y los franceses habían montado la revolución. 

A partir de ese momento, la etapa contemporánea de la historia fue consciente de lo que significaba la libertad. La tuvo presente y se dieron movimientos de liberación. Abraham Lincoln luchó por la liberación de la población negra en Estados Unidos. Las colonias pelearon por una independencia que no era sino una manera de desear el abandono del yugo de las metrópolis. Los italianos y los alemanes suspiraron tras la caída de los fascismos. Los españoles también, por supuesto, pero años más tarde al morir el dictador Francisco Franco. 

En la actualidad seguimos siendo contemporáneos y cualquiera lo diría. Ahora la libertad no es buscar el bien común, sino destrozarlo. Ya no se trata de unirnos, sino de enfrentarnos. No buscamos tender puentes, sino encerrarnos en una burbuja de ignorancia, ego y orgullo. Cada día vemos en el mundo manifestaciones antimascarillas, movimientos negacionistas de un virus del que mañana se pueden contagiar y hasta serían capaces de decir que fue una bendición enfermarse. Ah, no, esperen, que eso ya ocurrió. Lo dijo Donald Trump, el presidente de una de las mayores potencias mundiales. Pocas veces en la historia un discurso en nombre de la libertad había sido el más peligroso. 

No todo lo malo ocurre al otro lado del charco. Haciendo un poco de patria y sin que me llene de orgullo recordaré el engaño que nos ha supuesto el gobierno central y el cinismo practicado por la presidenta de la comunidad que es España dentro de España. Los reto a adivinar de cuál se trata. Ninguno ha actuado sin mirar más allá de su propio ombligo. Al margen y en la misma actitud – aunque pueda parecer una paradoja – se encuentra Vox. Tras su intento de moción a la oposición y campaña preelectoral con el pretexto de una urgencia democrática se olvidó también del conjunto de los españoles que están sufriendo las consecuencias de la pandemia. Es extraño porque suele llevar una bandera en su muñeca que le debería haber servido de recordatorio. O quizás no. Quizás solo le recuerde que es su única manera de lograr votos. Esto llenaría de sentido esta hipótesis sobre lo desvirtuada que se halla la libertad.

Es posible que esto sea fruto del individualismo que llevamos años padeciendo y no me atrevo a discutirlo. Aún siendo así, no deja de ser curioso. Es llamativo que sabiendo el riesgo que supone el virus para nuestra salud y la de nuestros seres queridos haya jóvenes yendo a fiestas o botellones; así como gente de todas las edades reuniéndose constantemente sin limitar sus contactos sociales. Puede que lo hagan porque han tenido la suerte de no contagiarse y se sienten inmunes a todo mal. Sin embargo, está claro que están contagiados de un hedonismo imperante cuyo principal síntoma es la poca capacidad de sentido crítico y reflexión.

La libertad es un concepto complejo y son muchos los que han hablado en su nombre. Martin Luther King la enarboló. Era su sueño. Ahora la usan para intentar beneficiarse en medio de una pesadilla.

Deja un comentario.

Tu dirección de correo electrónico no será visible. Los campos obligatorios están marcados con *