Prácticamente desde que se asentaron las bases de la gran industria musical que todavía sigue vigente en nuestro mundo han existido los llamados sencillos o singles, si nos referimos a los mismos en términos más globalizados. Es una práctica que tiene como fin la promoción y distribución de la música de unos artistas en concreto y garantizar una mayor recepción a su álbum.
Como no podía ser de otra manera, el mercado y la industria se han visto forzados a evolucionar por las consecuencias que generaban el uno para con el otro, cambiando totalmente la mercadotecnia utilizada para los sencillos. Pese a que sí se sigue usando para promocionar un álbum, está claro que se despliegan muchos medios para que el sencillo sea lo que suene durante los próximos dos años y que, si no eres fan del artista en cuestión, ni te enteres de la salida del LP. Por poner un ejemplo reciente: el single “Despacito” de Luis Fonsi es el primer adelanto del álbum que planea lanzar en este año cuyo título será “Así”. Datos que se escaparían a mi conocimiento (y al de muchísimas personas que seguramente sufrieron un infierno en dos mil diecisiete con la repetición reiterada del tema en los locales) si no fuese porque decidí informarme por la web.
Lo que quiero decir con esto es que, pese a que la industria sigue utilizando los singles de una forma similar a la tradicional, no hay parangón con la recepción de los oyentes. No creo que sea el único que ha escuchado a alguien en su círculo decir: “¿Escuchaste lo último de X?” y responderle que esa canción ya estaba en el último álbum de estudio que había grabado ese grupo, sólo que decidieron sacar un año después el videoclip. Me resulta fascinante de qué forma pasa desapercibido el trabajo que puede significar construir un álbum en pos de un simple éxito comercial que pretende atraer audiencia al primero.

Otro punto a destacar en la situación actual de la industria es la gran importancia del videoclip.
Todos hemos contribuido a crear una sociedad infestada por la cultura musical del hit, generando una idiosincrasia global donde lo único que importa es el sencillo de actualidad hasta que salga otro. Esto simplifica la creación musical a una suerte de ecuación matemática de sonidos carentes de brío, donde los autómatas dan el siguiente paso basados en los cálculos de una industria que velará por sus intereses, donde la esencia es un arcaísmo, donde el arte de las musas es algo idílico.