El pasado viernes dieciséis de noviembre fue estrenada Animales fantásticos: los crímenes de Grindelwald en cines. El título es una secuela de Animales fantásticos y dónde encontrarlos (2016) y forma parte de una pentalogía que pretende ampliar el universo de Harry Potter más allá de los siete libros originales.
La película nos sitúa meses después de los hechos acontecidos en la primera entrega, con un Grindelwald (Johnny Depp) escapando del confinamiento en el Ministerio de Magia norteamericano para seguir con sus maquiavélicas intenciones. Luego la acción sigue los pasos del excéntrico Newt Scamander (Eddie Redmayne), que llega al Ministerio de Magia británico queriendo renovar su pasaporte y sale con una oferta de trabajo (ay, la abundancia laboral de los años veinte. Una envidia para los millenials). El Ministerio le insta amablemente a buscar a Credence (Ezra Miller), el joven que en la anterior película liberó el obscurial de su interior en Nueva York y que Newt creía muerto. Tras declinar esta oferta, Scamander se encontrará con un joven Albus Dumbledore (Jude Law) y este le propondrá una oferta paralela a la anterior, por lo que nuestro protagonista viajará a París en busca de Credence.
La narrativa deja atrás el tono mágico que desprendía su precuela, en pos de una atmosfera más lúgubre que acompañe de la mano a los propósitos latentes del mago tenebroso. Esto lo encuentro bastante acertado, porque pese a que ese tono mágico y la expansión del mundo mágico fue lo que me enamoró de la primera entrega, esta secuela necesitaba un contexto más apropiado para presenciar los orígenes de un movimiento supremacista. No cabe duda de que la figura más importante de la película es el mismo Grindelwald y su construcción como nuevo villano de la saga.
Siendo el segundo guión que ejecuta la escritora J. K. Rowling dentro del mundo del cine, no se puede esperar que la obra esté traducida de excelente forma al lenguaje cinematográfico. Se ralentiza la acción de la misma hasta niveles soporíferos en algunas partes del metraje, y te trata con condescendencia en el tramo final, donde los personajes te explican uno a uno lo que ha pasado para que no te pierdas ni un detalle de la historia que no te supieron contar. De hecho, la acción de la trama avanza, en muchas ocasiones, dando trompicones a diestro y siniestro para luego posarse cual ave carroñera en las ramas de tu nostagia y esperar con ansia que exclames en tu interior: «¡Qué listo soy! ¡He pillado esa referencia!» Si a algo puedo culpar de que no consiguiese meterme del todo en el pseudothriller que propone la narrativa es a las continuas referencias (e incluso chascarrillos) a otras obras o acontecimientos del mundo mágico de Rowling.

Aparte de contar con gran parte del plantel de su precuela, esta entrega añade nuevas fichas al tablero de esta pentalogía como Leta Lestrange (Zoë Kravitz), el hermano de Newt Theseus Scamander (Callum Turner), Nagini (Claudia Kim), entre otros. Pero dentro de estos nuevos fichajes sólo consigue destacar uno, y no es ni más ni menos que Albus Dumbledore. Gracias a esta película podemos profundizar más en uno de los personajes más importantes de la saga Harry Potter, viendole en sus labores como profesor de Defensa contra las artes oscuras y como una figura importante dentro del mundo de la magia. Jude Law parece haber estudiado detenidamente el trabajo que hicieron Richard Harris y Michael Gambon con su personaje, respetando así la coherencia interna de las películas. Lo que apeno es que no se haya profundizado más en la relación que tenía este personaje con el villano, pero no pierdo la fe en que sí se consiga en siguientes entregas.
Los antiguos conocidos no se salvan de mi crítica general, pues quitando la interpretación de Eddie Redmayne, que consigue dibujar perfectamente todas las virtudes y defectos de su personaje, prácticamente todos parecen ser una caricatura de sí mismos. Jacob (Dan Fogler) sigue siendo el alivio cómico con la produndidad de un plato llano; la aurora Tina Goldstein (Katherine Waterston) solo es un interés romántico para el protagonista y Queenie Goldstein (Alison Loren Sudol), pese a ser el personaje con más humanidad de los tres mentados, no termina de ser más que una herramienta de la trama para seguir fluyendo.
Por otro lado, los villanos tienen un desarrollo un poco más interesante. Tenemos a Credence retratado como un joven hundido por la represión y la incertidumbre de no saber cuál es su lugar. Siendo uno de los ejes centrales de la trama, la búsqueda de este joven por conocer sus orígenes se tornará en una obsesión existencialista que no parará hasta encontrar respuestas. Y ahí es donde entra el otro villano (y el principal de este film): Grindelwald. El mago tenebroso consigue desarrollar a lo largo del metraje su figura como antagonista de una forma magnífica, dándote a entender que para este mago hay algo mayor que la magia en sí: la palabra. Grindelwald parece estar con una amalgama de elementos propios de fascistas, populistas y supremacistas de nuestra historia. Consigue que el espectador se plantee si realmente es «malo» y eso es genial; para ser una película del universo de Harry Potter, donde existe la figura de Voldelmort como el mal en sí mismo, nos plantea un conflicto entre iguales, entre personas con diferentes ideologías y maneras de representar el mundo.
Uno de los mejores apartados es el que corresponde a la acción y los efectos especiales, siendo estos muy bien ejecutados hasta el punto de creer que envejecerán muy bien el paso del tiempo. Y es un apartado importante, porque parte fundamental de esta saga son los diferentes animales fantásticos que interactúan con nuestros protagonistas. Pese a que han perdido un poco de importancia en esta película, sus apariciones siguen siendo maravillosas.

Finalmente, Animales fantásticos: los crímenes de Grindewald es un film que pretende darle más crudeza y realismo al mundo ideado por J. K. Rowling. En las cuatro primeras películas de Harry Potter se nos abría un enorme y maravilloso mundo mágico, para que en las cuatro siguientes empezara a deconstruirse poco a poco. La mayoría de los fans de esta saga son jóvenes adultos que desean que ella crezca con ellos, pero aún le queda recorrido por andar para que eso ocurra. El mayor problema que tengo con esta película (aparte de los problemas de ritmo ya citados) es el intenso tufo que tiene a intecuela aburrida. Normalmente la segunda película de una trilogía es lenta porque se centra en el desarrollo de personajes, pero siendo parte de una pentalogía y sin una evolución aparente no sé qué pasará con ella cuando el arco esté completo.
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